viernes, 29 de octubre de 2010

Pena de muerte

En el artículo de esta semana, tratamos un tema controvertido para todo retrógrado a favor de ella: La pena de muerte.
Todo humano que se vanaglorie de poseer una cierta inteligencia debiera saber que la solución no pasa por matar al acusado. Para aquellos que quieran dar el paso, les citaré una serie de razones de peso suficientes para plantearse la abolición de la pena capital.


1. Y más importante: La posibilidad de matar a 1 inocente. No es tan sólo un riesgo ─ ya se ha hecho, y no en pocas ocasiones. Citando como ejemplo Norteamérica, de los 139 inocentes condenados a morir, 8 de ellos no consiguieron la exoneración.


2. El punto anterior, aparte de constituir un dato preocupante sobre el funcionamiento del sistema judicial en casos de pena capital, abre la posibilidad de que el número de inocentes matados (por el Estado) sea aún mayor. En el estado de Illinois, desde la reimplantación de la Pena Capital en 1976, se han condenado a 44 personas a ésta ─ 22 eran inocentes. Un 50% de eficacia en el veredicto.


3. La función de la condena. En España, tanto la pena de muerte como la cadena perpetua están contempladas como anticonstitucionales. ¿Y eso por qué? Porque hemos de recordar que la función de dar castigo a los criminales, recluyéndolos en cárceles, es mirando de cara a la posible reinserción social del individuo en la sociedad. Así, niega la posibilidad de la rehabilitación.


4. La falta de transparencia. En países como China o Bielorrusia, el uso de la pena de muerte está rodeado de secretismo y encubrimiento al ojo público e internacional. Si la pena de muerte es un arma judicial legítima en esas naciones, no deberían enarbolar razón alguna para ocultar su aplicación.


5. El coste económico. En EE UU, más de una docena de estados norteamericanos emplean entre 4 y 10 veces más dinero para costear la “industria” del corredor de la muerte del que se emplearía con sentencias de cadena perpetua. Además, los condenados a muerte tienen derecho a nueve apelaciones, y si en ellas vuelven a ser declarados culpables, el gasto se dispara.


6. Sufrimiento del reo. Además del incremento del gasto económico con cada apelación, también se acrecienta la agonía que el acusado padece (entre rejas) a esperas de un veredicto final, el cual tarda hasta una media de 12 años.


7. La insatisfacción de las víctimas. Este veredicto no contribuye a enmendar el daño causado a los familiares de las víctimas, quienes incluso niegan que la venganza sea la solución, y rechazan que el Estado mate al acusado en su nombre.


8. La inutilidad de la pena de muerte en cuanto a reducir el crimen. La mayoría de los policías y criminólogos reconoce que la pena capital no contribuye a reducir la tasa de criminalidad. Así lo evidencia AI, informe tras informe.


Por todo ello, la Pena Capital es un síntoma de la cultura de la violencia, y constituye una afrenta a la dignidad humana.

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